miércoles, 7 de noviembre de 2012

Cartas OH, el regreso

Julia volvía a clase con el juego de las cartas. En esta ocasión la imagen fue una madre y su hijo y la palabra rival.

Es increíble como se recuerdan los hechos pasados de hace muchos años con total exactitud. Perdón, no me he presentado, me llamo Óscar. Ahora tengo 22 años pero recuerdo con casi todo lujo de detalles un suceso que ocurrió cuando tenía 8 años. Era un precioso lunes de primavera y todos estábamos deseando irnos a casa. Al salir de clase, Jaime, el matón de turno, me quería dar una paliza. Se había encaprichado de mis zapatillas nuevas; la verdad que eran muy chulas. Me temblaban las piernas, era mi primera pelea pero estaba dispuesto a atizarle si fuese preciso con tal de poder salir ileso. Las estadísticas estaban en mi contra pero al menos tenía que intentarlo. Cuando Jaime estaba apunto de pegarme, aparecieron mis amigos.
-¡Uf! ¡Me salvó la campana!.
Sabía que no se iba a quedar ahí, que el matón de clase no se iba a quedar con ganas de pegarme. Si le daba mis zapatillas nuevas se acababa el problema y no me tocaba ni un pelo pero me negaba a dárselas, era un regalo de una persona muy especial para mi. Mientras me alejaba con mis amigos me avisó que al día siguiente volvería a hacerlo. Asustado y sin saber que hacer, fui en busca de mi madre; ella siempre me ha dado muy buenos consejos así que me pareció la opción más acertada. En esta ocasión, me aconsejó que intentara hablar con él, que hablando se entiende la gente. Ella estaba convencida de que siguiendo su consejo, no sólo me libraría de la pelea sino que además barajaba la posibilidad de que fuésemos amigos. Y no podía estar más acertada, no me pelee con Jaime y además conseguimos ser amigos, relación que dura hoy en día. Y es que no hay nada como los consejos de una madre

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