Me
llamo Mario Astraín Sierra, y soy inspector de policía en la comisaria del
distrito madrileño de San Blas. En los 22 años que llevo en el cuerpo nacional
de policía, creía que había vivido todo tipo de situaciones. Llevaba una vida
normal, con un trabajo fijo y una familia que, no cambiaría por nada del mundo.
Un día, todo esto cambió y desde entonces, mi vida comenzó a tambalearse a
velocidad de vértigo.
Comencemos
por el principio, hacía 2 meses que investigábamos el caso de una mafia que se
dedicaba a todo tipo de actos vandálicos: narcotráfico, contrabando,
asesinatos..., la banda de El Halcón.
Para
recopilar más información, el comisario decidió que uno de nosotros se
infiltrara en la banda. Como "experto" en explosivos, tuve que
aprender a conectar y a desconectar bombas en menos de dos minutos.
Tras
meses infiltrado en la banda, uno de los miembros descubrió que era policía por
un topo que teníamos en comisaría y del
que desconocíamos su existencia. Ellos no se quedaron con los brazos cruzados; ante
esta nueva información secuestraron a mi hija cuando salía del colegio. Era 21
de febrero, el peor día de toda mi existencia. Con el rapto pretendían
chantajearme; a cambio de la vida de mi pequeña Mónica querían mapas,
explosivos, etc. para llevar a cabo un gran golpe del que no tenía dato alguno.
Únicamente conocía lo que me contaron cuando me consideraban uno de sus
aliados.
- “Sin juegos ni tonterías”. Esa fue la primera
orden que recibí de una de las mafias más peligrosas del momento.
En
aquel momento mi vida comenzó a tambalearse. Al ser policía se supone que
debería controlar la situación y saber como actuar pero todo lo que te enseñan
en la academia no sirve de nada cuando es uno de los miembros de tu familia el
que está implicado en el caso. En estas situaciones, todo el aplomo que se debe
tener desaparece, dejando paso a un angustioso padre deseando encontrar a su
hija sana y salva.
Decidí
optar por la opción más visceral aunque fuera en contra del reglamento al que
tanto había respetado durante tantos años: acatar todas las órdenes que me
diesen para intentar mantener a Mónica con vida. Sabía que no era la elección
más acertada pero me serviría para ganar tiempo mientras encontrara alguna
forma de pararles los pies o encontrar a mi hija.
Con
ellos mantenía contacto vía móvil y quedábamos en sitios dónde no hubiese
multitud de gente; esa escasez de personas era esencial para poder tratar sus
asuntos con total libertad pero, mi hija nunca iba con ellos, se encontraba en
un zulo del que no sabía nada. Lo único que tenía de ella era la prueba de vida
que me enviaron 24 horas después de secuestrarla.
Cansado
de tener alejada a Mónica, decidí analizar la video – llamada que me hicieron
como prueba de vida con el equipo del CSI de la comisaría. Oyendo el video una
y otra vez pude oír un ruido estridente similar al que hace un animal salvaje
en mitad del campo.
- ¡Un jabalí!. ¿Dónde podría ser?
Este
tipo de animales se da en la zona norte madrileña pero tendría que ser un lugar
lo suficientemente alejado del ruido de la ciudad como para que se oyese
solamente al animal. ¡La Sierra de Guadarrama!. Sin embargo, la localización
seguía siendo bastante extensa; teníamos que acortar distancias.
Había
avanzado en la investigación pero tenía que ir con pies de plomo para que la
mafia no sospechara de mis averiguaciones. Tenía que dar varios pasos y ponerme
por delante de ellos; ser yo quién tuviese agarrada la sartén por el mango
pero, ¿qué podría hacer?, ¿cómo desharía sus planes?. Una llamada de un desconocido me dio la clave
de la que tirar.
- ¿Mario Astraín Sierra?
- Sí, soy yo. ¿Quién es?
- Eso es lo que menos importa. No te fíes de nadie. La
persona que menos te esperas y cercana a ti está detrás de todo. Tengo
información que podría interesarte. Quedamos en 1 hora en el bar de la esquina,
el que está al lado de la comisaria .
Ese fue
el mensaje de esa persona anónima. ¿Quién podría ser?. ¿Le daba credibilidad a
esa información?. Todas las personas cercanas a mi eran agentes de policía.
¡Había un topo dentro! Pero ¿quién?. En una hora encontraría respuestas a todas
mis preguntas.
Mi
contacto llegaba tarde y yo ya me impacientaba. Al girarme a pedir una cerveza,
dos hombres sin armar bullicio me sacaron del local con una pistola apuntándome
la espalda y me metieron en un coche negro, con los cristales traseros
tintados.
- Hola Mario, ¡cuánto tiempo!. Perdona la forma en la
que mis hombres te han traído hasta aquí.
- ¡Sara! ¡Eres tú la que me llamó! Creí que ya no volverías.
Pensábamos que habías muerto
- Tuve que salir del país una temporada, estaba en el
punto de mira pero ya no. He vuelto porque las cosas se han alborotado. Mario,
he venido para salvarte. Los hombres de El Halcón van a por ti. Sé que tienen a
tu hija pero toda tu familia está en el punto de mira.
- Pero ¿por qué?
- El Halcón, no es el único que está detrás de ti. Hace
mucho tiempo tú y yo estuvimos envueltos en un caso muy turbio. Yo desaparecí
pero tú has seguido investigando. Hay varias bandas involucradas en el caso y
todas quieren tu cabeza como trofeo. Además, el Centro Nacional de Inteligencia
te está pisando los talones. No te preocupes, te sacaré de esta. Saldremos de
esto juntos, como un equipo de remo.
Mario, las malas noticias no acaban aquí. Aitor, el forense que llegó a
la comisaría hace casi un año a San Blas, es el topo. Forma parte de la banda
desde hace más de 3 años.
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