
Nos mostró una visión de la poesía, la cuál le da la libertad que no encuentra en otros géneros como por ejemplo el periodismo, en el que se sufre auto-censura. Además, con ella aprendimos que para crear poesía no hay unos pasos a seguir pero que para hacerlo deberíamos ante todo, ser únicos. Marta nos explicó que a la hora de escribir, ya sea poesía o cualquier otro género, hay muchos factores que influyen, ya que cualquier cosa que nos rodea puede ser la chispa que nos inspire para escribir. En la poesía nicaragüense, por ejemplo, se ve reflejado el tema de las guerras y la dictadura que sufrió el país de la escritora. también nos habló del miedo; el miedo a fracasar, el cuál puede llegar a paralizarte en muchas ocasiones. Como colofón de este taller de autor, Marta nos obsequió compartiendo dos poemas de su nuevo libro con nosotros.
Frente a la conferencia aburrida que esperaba, me encontré con una charla amena e interesante en la que interectuamos con la escritora. Algo tan sencillo a simple vista como dar un abrazo, decir en alto ¡no tengo miedo! o mirarse las manos, consiguió despertar mi curiosidad ya que fue algo innovador por su parte. Al oírla hablar, transmitía que la poesía es algo sencillo de crear, dónde el ingrediente maestro es observar lo que te rodea. Pintando las cosas de color de rosa, dan ganas de probar, sin preocuparse del miedo a que no tenga un mínimo nivel o de si la rima de los versos es la adecuada. Además, con su charla me hizo ver que hay cosas que pasamos por alto porque las consideramos intrascendentes y que en verdad se merecen nuestra atención.¡Hay que vivir cada momento y no perder detalle de lo que nos rodea! o como dijo ella: "Morir tachando los días en el calendario con pinta uñas ¡no es elegante!"
Por otra parte, yo nunca he sido una gran amante de la poesía, siempre he preferido otros géneros literarios, pero la forma en la que Marta nos presentó la poesía hizo que no le cerrara la puerta.
Aquí os dejo el poema de Marta titulado "No está":
Qué de mí
si en mi cama se extiende
enrollada en mi cuello
absorta de delirios
con sus esmeraldas me mira.
No es el ungido escorpión
en el lecho entre horas,
no está. Se retuerce
me ataca con el flagelo
de su cola.
Escamosa va
repta, serpentea
fluctúa en serpentín
y en retroceso arremete
en azotaína con artilugios y añagaza.